Yo: gratuita como el cielo o un árbol
fui un conejo blanco
en la trampa
de tus manos
y me dejé beber como un vaso de leche,
y fui el murmullo claro que caía
en hilos de rumor, por tu garganta
puse mi cabeza frágil sobre tu hombro,
y era mi corazón, aunque no lo sabía
Fueron tus dedos pero eran mis dedos
los que inventaron el viento y la lluvia
y el frío, para que yo me quebrara
como la fina armadura del agua.
Fue tu boca pero era mi boca
y eran, desde la raíz de mi espalda, mis alas
y eran mis manos adoloridas
que te sostuvieron, como una taza caliente
para la noche helada.
No alcanzamos luz suficiente para una vela entera,
sólo el flashazo afilado en la mirada de un gato,
o la uña de una luna, o el anillo de un planeta.
Fueron tus lanzas
pero mía, la guerra.
Y míos los tigres dispuestos al salto
y mías las heridas que abrió la tormenta.
Mía es la sangre
que escurrió en hebras tiernas
y son mías mis lágrimas
que mis manos despejan.
Yo: como la mañana, gratuita
puse mi voz
en el hueco de tu pecho
y fui para tu boca la sangre soleada
de las colmenas, una ola de trigo,
un pedacito de pan.
Sacrificada como un cordero
alimentado con flores, limpio y delgado
me quebré, yo, el tallo de una niña
me rompí, yo, el párpado del ciego
en las manos del milagro.
Fue tu boca pero eran mis venas
Fue tu noche pero la noche era mía
Era mi fiesta,
mi oración, mi sacrificio, mi ceremonia
oficiados a la sombra de mi pecho
en la tibia hondura de mi sangre,
Una palabra mía, secreta, una rama de olivo, un anuncio de tierra
para llevarla en el pico como golondrina reciente
y consolar al hombre (un día, un hombre)
que ahora navega y no sabe
que me espera.
Era mi noche, mi canción, mi noche.
Ahora te vas pero mi corazón se queda
porque era mi corazón, en el corazón de la tierra
entre los surcos del mundo, un árbol dormido
y la semilla dulce
de otras
estrellas.
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