domingo, 18 de mayo de 2008

Haydeéakin

A H.P.V.
con agradecimiento.
Llevo mucho tiempo sintiéndome agradecida por su presencia, como ángel guardián, y cómplice.

Esta frase ella la conoce: “cómplice es quien te ayuda a ser quien eres”; no recuerdo donde la leí y tampoco es una paráfrasis exacta, pero se acerca al significado que tiene esta amiga mía; con ella soy precisamente quien soy, sin sombras o candados. Se pueden contar muchas historias en común, pero esas quedan entre nosotras. Lo que quiero ofrecer aquí es sólo una imagen incompleta, imperfecta (es una lástima para todos los que no la conocen en persona).

Los retratos son siempre arbitrarios y no alcanzan a contener al universo cambiante, interminable, que compone a una persona. Para hacer retratos se necesitan artistas. Y yo soy sólo una amiga de recursos modestos. Todo lo que puedo ofrecer son retazos mal dibujados, y ofrezco disculpas, sobre todo para quienes no tienen la fortuna de hacer comparaciones con el modelo original.

“Tiene alma en el cuerpo”, diría mi mamá (quien es de por sí un ser lleno de alma, en las coyunturas de sus huesos, en cada timbre de la voz y los latidos, pero eso es tema para otra de estas noches). Tener alma en el cuerpo le queda reservado a los que están vivos. No sólo respiran, se mueven, nacen, se reproducen y avanzan hacia su final inevitable. Están presentes. Ya sea en silencio o revoloteando como cascabeles, cuando están, los sentimos, a nuestro lado.

H.P.V. siempre está. La mayoría de las veces en su faceta cascabel. Haydeé está. Presente. No sólo le gusta usar pulseras y aretes que tintinean, o canta con frecuencia, o ríe contagiosamente, o entra a mi departamento llamándome a todo volumen, o le gusta silbar y tararear (pues rara vez se aprende las letras de las canciones), sino que lleva consigo el rumor marino de su corazón infinito, incansable. Si Haydeé está, les cocinará inventos deliciosos (entre un millón de otras cosas el corazón de Haydeé adora la comida), les preparará caldo de pollo si están enfermos, se vestirá en dos minutos (ok, tal vez muchos más) a una hora inapropiada para perseguir junto a ustedes la promesa de una aventura en vecindarios inciertos. Se derretirá con frecuencia. Porque Haydeé no aprecia, se derrite. No degusta, adora. Es incapaz de la frialdad. Esto no quiere decir que acepte sin juicios todo lo que llega a sus manos (no sé si tiene buen gusto, pero es uno que se parece mucho al mío, así que no sé si somos refinadas, pero nos entendemos).

Es cómplice para ir al cine: no posee ninguno de los hábitos que pueden arruinarle a cualquiera la experiencia; no habla, no come ruidosamente y apaga su celular, pero eso es lo de menos. Si la película es buena, Haydeé está dispuesta al viaje. Se asustará lo indecible en las películas de horror y se pondrá tan nerviosa que los pondrá nerviosos, y acabarán gritando en las escenas de miedo junto con ella. Si es de risa, sufrirá uno o dos ataques incontenibles, al menos. Si es un drama, llorará en silencio y la encontrarán cuando las luces se enciendan con el rostro completamente enrojecido. Entonces se reirá un poquito de sí misma y les dirá bueno, ya vámonos. Les prometo todo tipo de conversaciones interesantes al final.

Es cómplice para ir a una fiesta o un concierto, porque es una artista del disfrute, la buena música la cautiva, y es una gran bailarina. Tiene el par de antenas mejor afinadas para detectar hombres guapos a la redonda, en un rango de varios kilómetros que incluye vehículos en movimiento. Y es audaz.

Más que audaz, es con frecuencia valiente (aunque no siempre se da cuenta). A veces, da formidables saltos al vacío. Son actos llenos de luz.

Es cómplice para soñar. Creerá junto con ustedes. Tejerá proyectos a su lado, y le brillarán los ojos.

Es cómplice para cualquier trayecto o parada, en zona urbana o rural. Si usted es de la clase de personas que vive en la luna o se abstrae en sus pensamientos fácilmente, Haydeé le dará un codazo oportuno y le mostrará un cachito interesante del mundo, de esos que ocurren en la banqueta por la que uno camina, o en el follaje de un árbol.

Es cómplice para conversar. Escuchará con paciencia sus momentos de viajadez existencial y no dejará de escuchar hasta entenderlos. Los leerá con el mismo esmero que le dedica a sus libros, releyendo los pasajes más densos. Aportará de sus propias reservas existenciales y los diálogos se extenderán por horas.

Pero si es ligereza lo que usted busca, entonces camine con ella. Le prometo al menos un ataque de risa con dolor de panza garantizado.

Le puedo prometer un montón de otras cosas. Por ejemplo, ella lo protegerá a usted con cariño. Y por ejemplo, lleva la bolsa llena de recursos de alquimia para transformar lo gris en azul o dorado y rojo. Pero a ella no le gusta exponerse, y a lo mejor ya la estoy exponiendo demasiado. Así que aunque la lista es grande, me detengo aquí.

Si la ve usted alguna vez – es una morenaza guapa de rizos como explosión o cascada, que se viste en colores brillantes, y trae algún libro de cuentos rusos en la mano – sépase en presencia de magia, de esa que viene con alas y mar y sonrisa.

Haydeéakin Skyfire, de la orden de los Sith (quitando la maldad y los deseos de dominar al universo), porque son a los que les late calurosamente el corazón, y sienten, y de ahí les llega la energía (esto me lo dijo ella).

Te quiero mucho, sinfonía de mujer, muchacha bonita. Esta ciudad sería gris, si no la pudiera compartir contigo.

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