miércoles, 21 de enero de 2009

semana vertiginosa

Una maniana, reciente, antes del trabajo, en un restaurancito, junto a la ventana.

Esta es mi mas violenta ternura. Todo es hermoso hasta la raiz de las corneas, todo duele a veces, y a veces, todo es cielo puro acariciando mis alas (yo era cursi antes de estar enamorada, los nuevos niveles son toxicos y vomitivos, si usted querido lector se siente enfermo por el exceso, recomiendo detener en este momento la lectura). Hemos compartido minutos y horas reservados para la zona poetica de mi memoria (robandole una imagen a Milan Kundera, oooootra vez), ahi donde guardamos solo las cosas que nos intoxican por completo, con su belleza. Tengo esas imagenes, y estoy incluida en ellas, no son cuadros lejanos de J., sino con J., a mi lado, muy cerquita, y me siento afortunada y a veces pienso en la esperanza como si pudiera asirla, apenas. Estoy partida en dos por la ternura. Estoy consciente de todo. Estoy jodida. A veces llegan las grandes olas de terror. Me voy en dos semanas, y no puedo ni pensar en eso, no hay nada bajo mis pies, puro precipicio. Pero tengo alas, a veces, y nada es oscuro, todavia. Todo es deslumbrante.

Sen-tir-lo. Calido. Dulce. Tener su rostro pegadito al mio, su nariz frotando a mi nariz con dulzura. FELICIDAD, entonces. FELICIDAD, ahora. Estoy en el restaurancito junto a la chamba y acabo de desayunar un desayuno opulento y el esta ahi, a unos metros de mi del otro lado de la calle y los dos odiamos nuestros trabajos (el me dijo, es inhumano, a veces creo que podria romper a llorar mientras estoy ahi), pero tendremos nuestros encuentros en los pasillos, miradas significativas y secretas, y me siento permanentemente intoxicada, ESTA ES LA FELICIDAD. Que no se me escape esta conciencia, mientras afuera cae la nieve y hace frio y el lunes es blanco y gris, y estoy aqui, y SE que SOY FELIZ.

Dos dias despues, creo, en el cafe de la esquina.

A veces vienen juntos el miedo y la tristeza. Partida en dos por la ternura ahora, despues solo voy a estar partida en dos. Me predico calma y trato de practicar distancia. Entonces por ejemplo el se esconde detras de una columna y me mira con ojos luminosos. Me invita el lunch, se sienta a mi lado, y acerca el periodico para leer conmigo, y parece como si hubieramos compartido esos rituales desde hace muchos anios. Y solo pienso, en mis momentos mas insanos, que no me puedo imaginar otra alma como la suya para estar a mi lado. Asi las cosas. No me queda de otra mas que entregarme sin resistencia a la felicidad de estos ultimos dias. Practicarla a conciencia, con todos los tejidos nerviosos. No hay despues, ahora. Hay lo que hay mientras los minutos se abren en nuestras manos como frutas maduras.

Y hoy.

El me hace sentir cada vez mas segura, el se hecha encima de mi como sol, como una manta. Me siento dispuesta a ir con el a traves de lo que sea, cualquier enfermedad, cualquier tristeza. Su corazon maritimo es el unico lugar donde puedo hundirme sin heridas, sin oscuridad, sin arrepentimiento.

miércoles, 7 de enero de 2009

poema desde pinche teclado saj`on

`El pas`o su brazo delgado alrededor de mis hombros delgados
los dos dorm`iamos, o soni`abamos
Era la nuestra una dulzura pequenia
una sombra suave en los p`arpados rojos y la electricidad de un [aleteo

Era el m`io un fr`io `artico y eterno
y `el, por un minuto, para m`i
una l`inea roja en la curvatura de la tierra
separando a la noche de la noche

dividiendo al suelo del abismo del cielo

`El pas`o su brazo delgado
sobre mis hombros
delgados
`el dorm`ia o soniaba y yo soniaba
con su aliento encendido, sobre mi rostro
y el temblor de sus dedos
deteni`endose un segundo, sobre mi espalda.
Y era la nuestra una tenue tristeza
y era la m`ia una lluvia sin fin
sobre techos de l`amina y gatos hambrientos.

`El me rode`o unos minutos con su brazo delgado
la huella desvanecida de su calor
pabilo breve

insecto `ambar

moribundo

es todo lo que tengo

mientras se abre como una garganta
la eternidad del firmamento
sobre mis cabellos.

domingo, 4 de enero de 2009

Mas transcripciones rapidas y sin acentos.
El primer dia del anio.

En huelga. Ensombrecida. Se que no se trata solo de estar aqui, automaticamente, sino de ESTAR aqui, pero me siento desgastada, y sin luz. Solo quiero hundirme un momento debajo de las cobijas y cerrar los ojos y apagar el pecho, unas horas. J. y yo habiamos quedado en salir juntos la noche del 31, pero el pobre se enfermo horriblemente del estomago. Lo fui a visitar, me estaba esperando en la parada del metro, palido, casi helado. Le lleve sopa pero el no queria comer nada, todavia. Nos acostamos en el colchoncito en su cuarto a ver la tele. Dulce, delgadisimo J. Se veia en los huesos. Yo quede con el por telefono en irme temprano para dejarlo descansar, y pense que me daba tiempo de ir al “Bandido Mexicano”, a celebrar con los paisanos antes de las doce. J. aun tenia que ir a cada rato al banio, y solo tomaba sorbitos de agua, y se veia cansado, pero a veces se encendia otra vez su entusiasmo y se levantaba de un salto para explicarme con gestos tal personaje de una parodia comica, o los movimientos del mar en ciertos lugares del norte. Yo habia pagado una reservacion cara (32 pinches dolares) por la cena en “El Bandido”, a invitacion de Edgar, otro mexicano, quien se esta quedando por unos dias con Rodrigo. Pense que no me podia zafar de eso, asi que a las 11 me despedi de J. Lo abrace en el umbral de la puerta, al filo de la nieve, y el a lo mejor hubiera querido que me quedara, pero solo sonreia una de sus sonrisas caracteristicas mirando al suelo, apenas de pie, todavia mareado por la enfermedad. Debi mandar la reservacion a la chingada y quedarme con el por lo menos hasta la medianoche pero no lo hice. Viaje en metro de regreso a la orilla opuesta de la ciudad y a ratos entraban a los vagones parvadas jovenes y alcoholizadas, cantando a todo volumen canciones de los Beatles, riendo escandalosamente, encendidos, balanceandose en los tubos de metal, resbalando de sus asientos, sin poder estar de pie, sin poder estar quietos. Y habia personajes nocturnos, maquillados dramaticamente, cabellos fosforescentes y multiples perforaciones en el rostro. Y habia personajes solitarios, vistiendo su ropa de todos los dias, quietos en sus lugares. Yo ya llevaba encima mi tristeza. Una tristeza que fue creciendo a lo largo de la noche. Llegue al bar mexicano y el chavo que me invito y al que le pague la reservacion no estaba. Rodrigo me hizo un lugar con su familia y me sacaron a bailar pero la tristeza para ese momento era ya una nube a punto de romperse sobre mi cabeza. Yo estaba ahi, pero no estaba celebrando nada. Finalmente llego Edgar y se sento a platicar conmigo y bailamos una pieza nortenia y el baila muy bien, pero un poco antes de las dos de la maniana Rodrigo tenia que ir por algo a la casa y aproveche el aventon y me tendi en la cama y me dormi hasta ya muy empezado el dia siguiente. Ahora escribo desde la sala de C. (el guardia de seguridad), con quien voy a vivir este ultimo mes, escribo en el sillon que me servira de cama y C. salio desde hace rato y la tele esta encendida en los creditos finales de una comedia romantica. Perdi mi tarjeta de larga distancia y no puedo hablar con mi familia ni mis amigos porque hoy todo esta cerrado, y creo que estoy evadiendo la sensacion tangible de ellos, alla. Ahora vivo en un departamento, al filo de una avenida, y se escucha el sonido del trafico. Ese sonido me gusta.

HOY.
ALGUNAS SENIALES DE QUE MI CORAZON SE HA IDO POR LA PENDIENTE RESBALOSA Y TODO ES TRISTISIMO Y DESESPERADO.

* Pienso en el, todo el tiempo.

* El viernes le dije, ey, somos vecinos ahora, vivimos cerquisima, deberiamos hacer algo juntos, y el me dijo, pues hoy, asi que saliendo de la chamba fui otra vez a su departamento y el me puso discos de CRASS, una banda de punk, irlandesa, y discos con canciones poco conocidas de Bob Marley, y luego un poquito de War, y un poquito de Johnny Cash. Y yo estaba ahi, de una manera mas bien tenue, y me di cuenta de que me gustan las manos de J., muchisimo, y su rostro tipicamente irlandes y las patas de gallo alrededor de sus ojos encendidos. Y ya empezaba a estar todo perdido desde entonces, o desde mucho antes. Desde que llegue a Toronto (y desde siempre) he estado preparando mi naufragio, he estado persiguiendo el momento para quemar las naves del pecho (y perderlas al fondo del mar). Cada quien sus abandonos y sus debilidades. Mi problema siempre ha sido el mismo, siempre ha sido que voy ansiosamente buscando abismos para caminar por la orillita y antes de que llegue la garantia de un puente resbalo y me hundo oscuramente hasta que todo duele y es un poco dulce y un poco acido y ya no tiene remedio.

Hoy el descansa (hoy es domingo), pero vino a la tienda y paso como media hora platicando con M. junto a la caja, y apenas si nos saludamos y apenas si nos despedimos, de lejos, gestos brevisimos de reconocimiento. M. es una de las cajeras y es una mujer hermosa y dulce y J. la quiere desde hace quien sabe cuanto tiempo y el de ellos tambien es un abismo del que solo adivino imagenes borrosas. La familia de M. es originaria de algun lugar en el cercano oriente y son musulmanes. Ella tiene como 22 anios y su piel es color trigo y sus ojos son como ojos de gato, enormes y rasgados y de un intensisimo color miel. Es, ademas, una presencia serena y segura. J. me confeso que la quiere, hace varias semanas, antes de que empezara a quererlo o me imaginara que iba a quererlo, me dijo "I would date her in a second, and she knows it, too", el problema es que su familia es muy religiosa, y J. tendria que ser musulman y no limitarse a ser su novio, sino casarse asi nada mas, tajantemente. Se que se ven a veces para comer juntos y eso es mas o menos todo lo que se. J. lleva quien sabe cuanto tiempo caminando en circulos alrededor de esta historia imposible y a lo mejor M. es la razon por la que el sigue trabajando en la tienda. De cualquier forma, los dos forman parte de este barrio desde hace mucho, y conocen a sus mutuas familias, y se encuentran en las calles con frecuencia. Y cuando yo le digo a J. deberias simplemente tomar un avion y lanzarte a Mexico el se encoge de hombros y me dice que ni siquiera tiene pasaporte y que la burocracia canadiense es imposible de remontar para esas cosas. El no tiene ganas de irse a ningun lado, ni siquiera por un tiempo. El forma parte del tejido de estas esquinas y estos pasillos, y el bar de la esquina, y M. Y yo se que J. disfrutaria de cada segundo y cada piedra de Mexico, pero el asunto es que el se las arregla para emocionarse con los segundos y los personajes y los semaforos y los itinerarios de este barrio de Toronto y no le hace falta nada mas (no le hago falta yo, por ejemplo). Hay algo zen, ahi. J. no parece necesitar nada. Tiene su colchon, su tele, su dinero para la renta, su aparato para la musica y un chingo de discos, dinero para comida, y cervezas, y 3 guitarras que ya no sirven. No tiene celular, ni computadora, ni ipod, ni dvd. Todavia escucha cassettes y camina a todos lados con un discman viejo (se parece a mi en esas cosas). Pero nada en el, nada, nunca, en sus movimientos o sus conversaciones es opaco o distante. Ese es el asunto. J. no necesita de nada para estar intensamente involucrado con todo, y con todos. Y lo que pasa es que entre a ese departamento de sotano la noche en que habia tormenta y vi la orilla, el pedazo luminoso de periferia desde el que J. esta en su vida, y es profundo, es inteligente y sutil y calido y transcurre con integridad dulce y capacidad sin descanso para el asombro. Ese espacio lleno de botellas vacias y ropa desparramada, y cambio revuelto con discos sobre la mesa y el sillon, podria ser la celda de un monasterio, y J. es una especie de santo, al margen de todo lo religioso y al margen de todos los slogans y todos los discursos. J.es una de esas figuras esbeltas a punto de desvanecerse. La vida de J. en este barrio del este de Toronto es el equivalente a el bosque de un ermitanio, es un lugar para estar en el mundo desde el margen, sin asumir cualquier carrera sin aliento en pos de titulos o victorias, o cosas, o prestigio. Por supuesto, yo he pensado mucho, y mas a ultimas fechas, en la belleza de esas figuras delgadas, y ahora encuentro a J., y todo es triste, infinitamente triste, y ya no tiene remedio.

Cuando J. llego hoy a la tienda y lo vi, hubo una violencia aguda en mi estomago, una violencia que casi habia olvidado, una violencia que no sentia quizas desde mis anios de la prepa. Y luego lo vi platicando con M. y todo estuvo claro, asi que me quede con la escoba en la mano en la seccion de las verduras, inmovil entre los clientes ajetreados, y no se que cara tenia pero una mujer se me acerco y me dijo, "happy new year, don't look so sad." Uf. Soy en este momento una figura al borde de una mesita en un cafe escribiendo velozmente en mi cuaderno tamanio profesional y afuera la noche esta helada cerca de Dufferin Station, y traigo el rostro enrojecido y humedo por la tristeza.

Pero el asunto es este. Hace rato que no me sentia tan viva como ahora justo ahora. Y a pesar de lo amargo, esa sensacion me gusta un chingo. Hay algo de lucidez oceanica en esta tristeza helada. No se si tengo el temple para desvanecerme en un margen para siempre, pero estoy en un margen ahora. Toronto es mi pedacito de periferia. Y el asunto con las orillas como esta, no importa sin son una selva o una playa o una carcel o un monasterio o un barrio del este y una pinche tiendita de supermercado, es que son ventanas asombrosas para mirar el universo. Estoy mirando al mundo en carne cruda y sin refugios. Estoy mirando al mundo intensamente (lo malo es que no siempre consigo que el mundo me mire de regreso). Estoy mirando al mundo, estoy mirando a J. J. no me mira, esta mirando a M. Me limito a estar, en medio de sensaciones saladas y oscuras que se han ido intensificando cada dia. Estoy, simplemente estoy, en la version mas triste de mi misma. Y si quiero que J. me vea a lo mejor tengo que hacer aspavientos o desplegar estrategia pero para esas cosas nunca he tenido la energia. Nunca me han dado ganas de competir por un hombre. J. regreso tiempo despues a la tienda, hoy, y se acerco a platicar conmigo, y M. hizo varios movimientos territoriales para llevarselo y yo pense amargamente que que derecho tiene ella a ser territorial si no puede ofrecerse a J. mas que como suenio o como fantasia. Pero que derecho tengo yo. Yo me voy a Mexico en menos de un mes. Mi batalla estaba perdida, con M., o sin ella. Que derecho tengo, que derecho, mi corazon insano, para enfilarme todo el tiempo en el bando equivocado de todas las guerras.