En su mejor época, este blog tenía algo así como 10 lectores regulares (la audiencia más pequeña
imaginable), y los he perdido a todos concienzudamente al dejar de escribir por
varios años. Todo lo que he escrito aquí (desde el principio) está dedicado a un público sobre todo imaginario.
Este blog es la expresión adulta de una fantasía que he tenido toda mi vida.
Cuando estaba chiquita me imaginaba que seres invisibles me miraban (algo parecido
a ángeles, o extraterrestres asomándose a la tierra como a un zoológico y estudiando
mi vida desde un telescopio distante). Cuando era joven en mis épocas
universitarias escribía mi diario en cuadernos profesionales que no mostraba a
nadie, pero me gustaba imaginar que alguna vez perdía mi diario en el metro o
en la calle, y alguien extraño lo leía. Inconscientemente siempre he estado
inventando esa mirada invisible, silenciosa.
Ayer en un
arranque nostálgico me puse a leer todas las entradas en orden cronológico, empezando
por las más viejitas, cuando vivía en la ciudad de México y tenía un trabajo
cómodo de oficina. Me gustó asomarme a este espacio como a un documento de mi vida,
más rico y lleno de texturas que un álbum fotográfico (más generoso que una
foto, también). Todo lo que escribí es honesto, pero como alguien leía estos
textos (aunque mi audiencia era muy pequeña), había algo teatral e inevitable (siempre
me han gustado los gestos teatrales para públicos imaginarios y este blog es su
culminación escrita; una manera de soñar despierta en voz alta acerca de mí
como alguien observada a la distancia).
Estoy segura
de que este blog (sobre todo el primer año), aceleró el ritmo
de mis decisiones. Yo escribía para documentar mi vida, pero quería que mi vida
fuera un poquito interesante para mi círculo de 4 o 5 lectores regulares, y sobre
todo para 1 o 2 lectores inventados. Empecé el blog a sugerencia de un par de
personas que disfrutaban de mis cartas, pero la verdad es que estaba enamorada
platónicamente de un hombre (con quien nunca sostuve una conversación en
persona) y tenía la esperanza (muy remota) de que me encontrara y me leyera, y quería
que mi vida fuera un cuadro sugerente y atractivo para un público imaginario donde
él era el más imaginario pero el más poderoso de todos los integrantes de mi
audiencia (escribí ese primer año con muchas ganas de enamorarme y ser
correspondida). La decisión de dejar mi
trabajo y viajar a otro país sin paracaídas nació de mí, la había cultivado
interiormente a lo largo de muchos meses de placidez existencial y habría
ocurrido con blog o sin blog, pero discutir aquí mi necesidad de irme y vivir
una aventura era mi manera de firmar un contrato implícito públicamente y acelerar
el brinco.
Este blog,
como documento de mi vida, y mi vida, como todas las vidas, está lleno de temas
que se repiten. Uno de esos temas es mi terror y mi fascinación ante las ideas
del azar y del destino. Todavía no sé cuál de los dos existe. Sigo siendo
agnóstica pero me inclino ahora, como entonces, a pensar que no hay ningún
destino, y nos gobiernan nuestras decisiones pero con más fuerza aún nos gobiernan
nuestros accidentes. Me sigue asombrando lo poderosas que son las casualidades
más pequeñas, las que en su momento parecen más insignificantes, y cómo son a
veces las decisiones más mundanas las que nos cambian para siempre. Miro todavía
con mucha incredulidad mi historia y cómo, por ejemplo, cuando estaba en Toronto
a finales del 2008 la decisión aparentemente diminuta de quedarme unas semanas
más en Canadá me iba a lanzar hacia el amor, y hacia una vida en otro país, el
país desde donde ahora escribo estas palabras, más de 10 años después. Nunca se
me ocurrió sino hasta ahora que este blog es también uno de esos accidentes,
cambiando las cosas, aunque sea sólo un poco, para siempre. Estoy convencida de
que sin el blog de todos modos habría renunciado a mi trabajo y comprado un boleto
de avión a cualquier parte, con toda probabilidad a Canadá, pero sin la presión
de mi público imaginario quizás no me habría ido a finales de Septiembre, a lo
mejor hubiera reunido las agallas unos meses después y entonces, no habría
encontrado libre el cuarto que renté, y no habría conocido a mi roommate, y sin
mi roommate no habría encontrado el mismo trabajo, y sin ese trabajo no hubiera
conocido a Jason, y no me habría enamorado de él, y mi vida estaría tejida acá
con otro canadiense, o estaría anclada en México, o en otro rincón del mundo. Si
ese es el caso, entonces la decisión insignificante y mundana de empezar un
blog que casi nadie lee en una de esas me robó la posibilidad de una vida más
feliz o me salvó de una tragedia que aguardaba como un tigre en la esquina de otra
historia que ya nunca fue mi historia.
Estoy
segura de que ciertos libros y poemas, ciertas películas, son también
agentes que nos cambian, y cuando cambiamos, nuestra historia cambia, a lo
mejor mucho, a lo mejor sólo un poco. Quién
sabe si las películas o los libros nos conmueven porque se comunican con algo
que ya sabíamos acerca de nosotros mismos, o si nos ayudan a descubrir cosas
que no habríamos encontrado de otro modo. Puede ser que si no hubiera visto “Into
the wild” ese mismo año, no habría soñado tan intensamente con la incertidumbre,
y a lo mejor entonces no hubiera cultivado la necesidad de renunciar al trabajo
de oficina y volar intempestivamente hacia otra parte.
Anoche
después de leer todas las entradas de un jalón me quedó claro que mi vida es el
resultado de las casualidades, pero es también la expresión coherente de
ciertos temas existenciales que son como canciones que no puede uno dejar de
cantar. Las ensoñaciones románticas son una de esas melodías que se repiten y
se repiten, desde que era niña, y ahora. Soñar, por ejemplo, con la
incertidumbre de una aventura, o con el amor, y alimentar esos sueños como a
una mascota cada vez más gorda, o como a una nube cada vez más cargada de lluvia,
dejarlos crecer y crecer por dentro monstruosamente, y jugar con la vida esperando
a que llegue un detonante, un alfiler, un boleto de avión, un hombre flaquito y
hermoso, para que se pinche la nube y caiga la lluvia y no haya más remedio.
Otras personas establecen objetivos y construyen los pasos concretos para
alcanzarlos. A mí eso siempre me ha resultado muy difícil. Yo sólo sé cómo engordar
las nubes de mis sueños y dejarlas crecer y dejarlas explotar de algún modo.
Por eso debe ser que las ideas del destino y del azar me han preocupado tanto,
porque en el fondo a lo mejor no quiero controlar mi vida, porque me falta la
disciplina necesaria para construir mi futuro como un objetivo al que me acerco
deliberadamente.
Por mucho
tiempo soñé con el amor desde un enorme miedo al amor de a deveras. Lo viví
como un sueño intenso y lejano (como una nube imaginaria y gorda). Es divertido
para mí leer aquí mi historia, leer cómo soñaba con el amor (y cómo publicaba
mis pensamientos en este blog teatralmente, deseando ser vista por alguien que con
toda certeza nunca visitó esta página), y cómo escribía que te escribía sueñe que
te sueñe sin saber que el amor en serio estaba a punto de caerme encima. Es divertido leer cómo la primera incursión de
Jason en este blog fue un comentario deslucido para un personaje al margen describiéndolo
nomás como “un güerito simpático”, y luego fue: "estoy segura de que estoy enamorada de J. de una manera no romántica" hasta que finalmente (en un teclado sin acento y si eñes): "ALGUNAS SENIALES DE QUE MI CORAZON SE HA IDO POR LA PENDIENTE RESBALOSA Y TODO ES TRISTISIMO Y DESESPERADO . Me da orgullo
saber que pude escapar de la melodía repetitiva del amor imaginario y comenzar
para mi historia una melodía nueva, más difícil, más complicada, más dolorosa,
más impredecible, mejor en todos los sentidos.
Una buena
manera de vivir puede ser encontrar las melodías que son como círculos viciosos
o círculos confortables, y hallar la manera de crecer y ser valientes, y cantar
a través de nuestra historia canciones más difíciles, mejores canciones. ¿Podré
romper con mi tendencia a flotar sobre mi vida soñando meticulosamente, podré
dejar de ser valiente sólo a través de decisiones intempestivas (que son en sí
mismas también actos de escape)? Quién sabe, queridísimo lector (imaginario), quede
usted atento a los próximos capítulos, a la misma hora y en el mismo canal.
Milan
Kundera (chingada madre con las repeticiones de este blog) dijo lo mismo que
estoy diciendo, mejor que yo. Escribió que nos movemos dentro de ciertas
coordenadas existenciales. A lo mejor una manera hermosa de vivir es aprendiendo
a escapar de las coordenadas que nos limitan, pero también haciendo más
profundas y fuertes las coordenadas que nos iluminan. Reconozco en este blog
una manera de mirar al mundo que tiene sensibilidad y empatía y me gusta
reconocer esa melodía repetitiva a lo largo de los meses y los años, y no
quiero perderla.
Tuve una
infancia feliz dentro de una clase que era clase media pero muy modesta. Otro
tema repetitivo en mi vida es la falta de opulencia. Esa también es una melodía
existencial. Algunas de mis épocas más felices han sido también intensamente
frugales. Es gracias a esa manera de estar en el mundo que pude entender la belleza
de Jason y enamorarme de él. Me gusta la gente que está interesada en el mundo y
desinteresada en las cosas. Nuestra vida juntos en Toronto inició con enorme
precariedad, una precariedad que duró años, y eso ha afinado mi oído para la injusticia, ha hecho más fuerte mi capacidad
para la empatía (que como dije antes, es una canción que no quiero perder).
Así que
este blog no será visto por una audiencia grande o una audiencia chica o una
audiencia propiamente dicha de cualquier tipo (un par de amigos del facebook se asomarán de vez en cuando generosamente). El blog existe para que siga jugando a imaginar que
alguien me mira; un juego que siempre ha sido delicioso. Existe sobre todo para
obligarme a escribir con más frecuencia. Escribir siempre ha sido profundamente
placentero y me duele haber abandonado el hábito, y quiero recuperarlo. El blog
existe hoy, en este momento de mi vida, porque estoy de nuevo en una seria
crisis existencial (no una crisis, sino muchas) y escribir siempre me ha ayudado
a agarrar una medida de claridad, o me ha servido aunque sea para desahogarme
de algún modo. Y el blog existe también para que me asome en diez años a algo
que se parezca a un documento de mi vida, mejor que un álbum fotográfico, un
poco más generoso también.
Así que,
tal como antes le prometí a la audiencia anónima del blog que iba a dejar mi
trabajo de oficina para vivir un periodo de incertidumbre, y el anuncio me
ayudó a comprar el boleto de avión, ahora le anuncio a una audiencia
completamente inventada la resurrección del blog, y les prometo (que es una
forma nomás de prometerme a mí misma) que quiero escribir de nuevo aquí con
regularidad y frecuencia. Así sea.