miércoles, 7 de mayo de 2008

ahora

¿Sabemos cómo nos sentimos? Qué hueva andar clavada en el permanente autoanálisis, por un lado… Por otro, a veces, una sospecha latente de lágrimas que pudiera atribuirse a las horas que transcurren frente a una pantalla de computadora o quién sabe… A veces. Ríos subterráneos y salados, que laten, sediciosos... porque tengo mis momentos depresivos, y lloro todo el tiempo en el cine, pero casi nunca lloro esas lágrimas mías. Un día, pronto, en ejercicio narcisista de egocentrismo exacerbado me gustaría llorar de una vez por todas. Una sola vez, por todas las que me hicieron falta. Un solo y definitivo acto de limpieza.

Porque estoy convencida de que lo mío lo mío, mi vocación verdadera, es la felicidad… Todas las personas felices que conozco me demuestran que esa es una capacidad interna y no una circunstancia. Uno de los hombres más felices que he visto tiene cerca de ochenta años y casi toda su vida ha manejado la misma ruta de combis. Es feliz platicando con los pasajeros, y leyendo los libros que consigue en librerías de viejo, y escuchando a Beethoven. Años de manejar la misma ruta, y aún así ejerce cotidianamente una vitalidad sin límites, sorprendido por todo, lleno de curiosidad por el mundo, haciendo chistes inocentes, risueño. Despierto.
Así como me descubro ahora con una amenaza de lágrimas bajo los ojos irritados por la computadora o el sueño, hay personas que llevan la sonrisa como síntoma de síndromes dulces. Seres luminosos, a altas horas de la noche, moviéndose con eficiencia en el puesto de tacos que atenderán hasta la mañana siguiente, siguiendo la rutina que se repite sin descanso, sonríen con una sinceridad que debe anclarse en la médula y las coyunturas, que debe venir de todos los resortes internos.

Y así como hay síntomas hay también antídotos. Mágicos. Mi abuelita tuvo siempre el epítome de lo que es una “risa contagiosa”. Hay personas así. Contagiosas. Mi hermana me contagia la simpleza absoluta, y con ella aspiro siempre dosis necesarias y saludables de ligereza. Reímos por cualquier estupidez como si fuera el chiste más sofisticado del mundo, como niñitas bobas. A mí lado, mientras escribo esto, Tere es víctima de esos momentos de inconsciencia en los que la gente se olvida de los demás y de sí misma y actúa como si estuviera a solas, bailando, sentada frente a su computadora con los audífonos puestos. Esos momentos de inconsciencia, cuando uno está ahí para verlos, también son antídotos. Y sigo escribiendo, mientras la memoria de las personas y los gestos que me hacen sonreír me hace sonreír, en efecto. Y de todos modos, siguen los ojos imperceptiblemente húmedos, haciendo el reclamo de algo que debe ser una cadena larga de dolores y fracturas como alas negras sobre la espalda inclinada.

Este es sólo el retrato preciso de este momento. Una vez soñé que tenía que presentar algún examen de la escuela y no me podía mantener despierta, que se cerraban mis ojos contra mi voluntad. Si la felicidad es estar despiertos su antítesis es el adormecimiento. A veces redescubro en ciertas horas del día los ecos angustiosos de ese sueño, luchando contra la somnolencia. Me dan ganas entonces de patear el corazón para que despierte, para que recupere el ritmo, y se acelere (no hay nada como los aceleramientos del propio corazón).

Porque están los otros momentos. No sé exactamente de qué resorte dependen pero a veces todo es simplemente luz. Todo es pecho expandido. Las alas no son negras sino rojas, o azules, y no doblan la espalda sino que la sacuden con la promesa del vuelo. Son momentos definidos por la conciencia. Son la antítesis del sopor.

Ocurrirán hoy mismo, también. Instantes lúcidos. Ataques de risa. Sonrisas inconscientes. Pero este momento es todo ojos enrojecidos sin razón concreta, y ganas de agarrar el corazón a patadas. He aquí, pues, su retrato, mientras empieza justo ahora una canción que me gusta, y todo está ligeramente mejor…

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me gusto la reflexión sobretodo esos instantes lucidos...

Anónimo dijo...

Hola Jimena!tengo que entrar al blog de Jané y ver los comentarios para darme cuenta cómo estas, jejeje.
Oie hola, muchos Holas que no nos decimos, verás que cuando empezamos a tener comunicación vía mail, me regresé a chihuahua, (por que vivía en juarez), y olvidate, mover la compu, las camas, y pues ya, quedó así, pero que gusto volver a toparte, aun que sea medio accidental en el blog de jané, por que en el mio, ni comentario anónimo dejaste, jeje, espero estés bien, y que onda, cuando vienes otra vez a estas tierras? o ahora me toca a mi ir para alla? Saludos a tu hermana y a tus papá y a tu madre que no tuve la oportunidad de conocer, al menos no que recuerde (pk de chico si, que no?)y sobre todo a ti.
Un abrazote y nada, juro leer tu blog, sólo que ahora voy en camino pa mi escuel, un beso y saludos!
P.D.- Te linkearé
babai! :3


Luis Safa