rompernos los huesos de golpe luego
de sobrevolar la ciudad
ofreciendo los jirones del pecho y
la boca como una fruta partida
para alimentar los gorriones
los ojos desvelados y abiertos
sobre
azoteas sobre la madrugada y
semáforos sobre el silencio
las manos heridas
por la noche áspera
para que alguien les sople su aliento
y las consuele como se consuela a las manos
de los niños que se tropiezan.
todos aquí llevamos
una película gris
sobre el cabello
y a mí me gustan las cabezas salvajes
me gustan las palabras:
embarcación, y montaña y
líneas i n f i n i t a s.
Me gusta pensar en viajeros
que rompen a llorar, de pronto
y tejidos atormentados
por la visión de un sueño
o la memoria de un rostro
y el timbre de una voz
o el eco de una infancia
quiero enumerar riscos, y despeñamientos ciegos
y dedos cubiertos de espuma
y bocas dulcemente abiertas
como abismos para el vuelo
y lenguas de filo encendido
por la violencia del sol
y fumar un aire incendiado
por la electricidad del minuto
y sacudir a los árboles
para liberar sus pájaros
y sacudir el suelo
hasta que el terremoto nazca
para quebrar de una vez por todas
todos los vidrios, de todas las ventanas
y todas las orillas
que nos separan.
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