viernes, 6 de junio de 2008

luz

A veces, sólo hay milagros. Niños que sonríen de regreso. Se me olvida que la vida resiste contra el concreto de la ciudad, y que hay gorriones machos danzando para atraer a gorriones hembras, y palomas gordas que susurran sobre sus hijos, y gatos caminando con sigilo por las noches, y libélulas atravesando las avenidas mientras sus alas suavizan el sol que cae en el metal de los coches. Las aves migran de regreso a sus árboles cuando anochece y sus siluetas iluminan los edificios y los tinacos y los anuncios públicos y los cables eléctricos. Aunque a veces, sólo hay crímenes. Niños jaloneados por sus padres. Rostros fríos frente a rostros desamparados, cadenas interminables de pequeños atropellos, y fracturas ejercidas con alevosía y ventaja, jóvenes flacos, limpiando con celeridad los parabrisas de gente que los mira con enojo, y chavitos rompiéndose la espalda contra el vidrio de botellas.


Pero sobre mí (sobre nosotros), el milagro se despliega, clemente, sin límites, la gente que amamos no está condenada todavía, la vemos moverse y reír, sentimos sus manos invencibles entre las manos, sentimos su frente cálida bajo nuestro beso, sabemos que todo está bien, y sentimos ganas de llorar cuando vemos sus siluetas moviéndose a lo largo de una casa que conocemos desde siempre.


A veces me doy cuenta de mi fortuna, y me dan vergüenza las veces en que no me doy cuenta, y sé que ese es mi único crimen pero el más espantoso, cometido en mi contra, y que mis manos están manchadas con espacios vacíos y blancos. Pero a veces no puedo hacer nada, estoy muy cansada como para pelear contra mis propios instintos criminales. Soy culpable del crimen de la limpieza, cuando en realidad quiero manchar mis manos con un poco de mi sangre, con algo más que lágrimas débiles, con el rastro oscuro de muchas noches.


Sin embargo, a veces no tengo vergüenza, sino esperanza, y ni siquiera mi esperanza me avergüenza.


Hubo un tiempo en el que no sabía nada. Ahora tampoco sé nada, pero tengo una promesa. La llevo entre las manos como una niña guarda con cuidado a un insecto luminoso. Es mía. Es una promesa que me hice. Es una promesa a punto de encenderse. Me tengo aquí, lluvia a punto de caer, luz, fresno bajo la tierra y
me aprieto
contra el pecho.

No hay comentarios: