miércoles, 24 de septiembre de 2008

monotemática

El tiempo. El presente es ahora una materia luminosa y nostálgica, por adelantado. Me muevo a través de estos días con desconcierto. Si vértigo es lo que buscaba, vértigo es lo que tengo. [ ¿Te cae, Jimena, que te vas en unos días?] Todavía no compro el boleto de avión (el último acto definitivo cerrándose sobre la decisión que tomé hace apenas como dos semanas), pero ya avisé que me voy, en la chamba, así que ya no hay de otra más que irse. Y no lo puedo creer. Todo ocurre velozmente, y por eso es intenso, y las imágenes, y las conversaciones, y los abrazos, están encendidos por la separación que se viene encima, entre estas dulces presencias, y estos dulces territorios, y yo. Tengo un millón de cosas por resolver, y aún así, a veces, momentos como este, oyendo a Manu Chau (“Clandestino” suena diferente, cuando se asoma uno a su propia clandestinidad), escribiendo, cerrando los ojos dos minutos. Esto es dejarse ir con la corriente. Pero no la corriente de un arroyo tranquilito, sino una corriente violenta, llena de rápidos. Helada. Lo que ocurre es que todo es borroso y nítido, simultáneamente, como filmado con alguna cámara de alta definición a través de la ventana de un coche en movimiento. ¿Soy feliz? No sé si soy feliz. Estoy nerviosa, y tengo miedo, y me estresa la cantidad de cosas que no he resuelto a tres minutos de la partida. Pero me miro con una sensación de sorpresa, soy esta persona que puede, de pronto, abandonar lo conocido a favor de lo desconocido, y yo soñaba con tomar decisiones así, pero ahora las estoy tomando, y me miro con incredulidad, con ganas de soltarme la risa en la cara. Yo soñaba con la incertidumbre como muchos sueñan con la seguridad y las certezas. Ahora, una primer incertidumbre crece a lo largo de estos días como la pendiente de una montaña rusa, y ya no hay forma de bajarse del tren. Lo mejor que queda por hacer en estos momentos es levantar los brazos y disfrutar la caída.

No hay comentarios: