lunes, 8 de septiembre de 2008

A lo mejor el meollo no está del todo en quiénes somos, sino en las imágenes que reproducimos cotidianamente en el espejo. La persona que vemos, cuando nos vemos, los más íntimos de nuestros discursos y autorretratos. Mi espejo siempre ha estado lleno de contradicciones. Siempre parece haber alguna distancia entre lo que sueño y lo que acaba ocurriendo, todos los días; y ese es el chiste de los sueños, fueron inventados para ser algo distinto a la realidad. No lo he hecho con mucha frecuencia, pero algunas veces he tomado decisiones que me mueven radicalmente de escenario, y cambian mi historia para siempre. Grandes bifurcaciones en las líneas de mi mano. Fueron decisiones que se sintieron al mismo tiempo como la continuación natural de un movimiento gestado por largos años anteriores, y me daban miedo pero nunca tuve que preguntarme si eran las elecciones correctas. Se sintieron siempre como dejarse ir a favor de una corriente subterránea, y todo lo que había que hacer era soltar las manos, aflojar la resistencia.

De pronto se encuentra uno con que hay mucha nieve acumulada en la punta de la montaña, o que estamos dando vueltas circulares alrededor del mismo metro cuadrado, a tres centímetros del precipicio. Y es natural, cualquier sensación de espera se hace imposible, lo sabemos, no queda de otra más que dejar que se haga la avalancha, o saltar. Hay instantes que parecen impulsos de última hora, pero en realidad han sido pacientemente construidos con las sensaciones de muchos días y muchos meses y muchos años. En esos instantes, todo lo que hay, es un hueco en la panza. Es el sabor del miedo. Sabes lo que está a punto de ocurrir. Y es ahora o nunca.

3 comentarios:

Unknown dijo...

A mi también se me hizo un hoyo en la panza, pero tambien en el corazón Jimenovna. Esos arranques valientes sin premeditación son los que nos ponen en el blanco. Y creo que las dos nos hemos puesto en el blanco. En el justo lugar de los precipicios a unos milímetros de lo inevitable; pero tú con el salto más próximo que el mío. Y eso me ataca de terror, porque se que cuando regrese a mi zona de seguridad. Las cosas no serán igual. Y es que es como estar en terreno minado; cuando se detona una mina, se van detonando las otras irremedablemente. Los ríos subterráneos que se han ido gestando a lo largo de estos años, nos condujeron al camino de las minas. Camino nuevo e innegable. Andabamos en busca de respuestas?, pues ahí están a la vuelta de dos semanas para ti, y de unos meses para mi. Y no pude evitar sentirme triste, saber que pronto estarás emigrando. La complicidad llegó a su fin parece. Nuestras vidas estan tomando caminos cercanamente opuestos. Ya te extraño más!

Jimena dijo...

La idea del salto me sigue poniendo nerviosa, todo el tiempo traigo mariposas o cosas así revoloteando en la panza, todos los días. La idea de la separación de los escenarios conocidos, por un tiempo, y sobre todo de la complicidad cotidiana que hemos construido juntas, me pone triste. Tú eres mi hermana, también. Pero el fin de una época no implica el fin de todas las cosas. Yo creo que vamos a seguir siendo cercanas, toda la vida.

Love doctor dijo...

Jimenaaa!!!

Lloro de alegría porque te gustó mi cortito.

La idea de una película es como dar vueltas por círculos concéntricos, lo que te acerca más y más al precipicio del cine, en este caso al del mexicano (uff).

Comienas con el diametrito del guión y así te vas; cada etapa del proceso el diámetro agranda, y el precipicio más infinito se vuelve.

Con el trabajo, el dinero, los premios, los tráficos de influencia y desviaciones de fondos, uno se la pasa tocando la orillita, esa tangente peligrosa por la que, en cualquier momento, se puede uno caer.

Ya ni digo los reflejos engañosos.

Yo me comprometo, al menos, a hacer películas felices.

SALUDOSSSSS.