No es nada.
Es sólo un segundo de tristeza.
Un segundo de sal, una sombra rápida sobre los ojos.
Un crepúsculo en descenso sobre todas las líneas y todas las ciudades.
En el estómago se asfixia un insecto o se derrumba el cielo entre las uñas
y las estrellas son aguijones rojos
y no hay lluvia para nadie.
No estás. Nunca estuviste.
Yo siempre estoy. Siempre. Del otro lado
de todas las ventanas.
1 comentario:
Me gusto esto que escribiste. Buen Blog.
Saludos...
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