martes, 26 de agosto de 2008

las certezas necesarias para un salto a la incertidumbre

Pasé el fin de semana en Michoacán. Me hacía falta. No sé qué mecanismos detonan, de pronto, una sensación general de clarividencia. El caso es que tuve un chispazo lúcido, y todo se iluminó por dos minutos. Ya no hay dudas existenciales detrás de las cuales esconderse para ganar tiempo en alguna forma vaga de espera. Después de todo, sí sé exactamente lo que quiero. Sé cómo quiero situarme en el mundo. No tengo grandes respuestas y nunca he tenido discursos generales. Sólo, poco a poco, se acomodan ciertas cosas como más importantes que otras, y eso es suficiente, por lo pronto, para que no quede más remedio que hacer lo que ya sé que quiero hacer. Y ni siquiera es muy difícil. Una pequeña cadena de trámites. Y ya. Un arranque de decisión, eso es todo. Todo es exactamente como yo he querido desde hace muchos años que sea: no estoy atada a ningún lugar. El horizonte está en blanco, indefinido, libre, y puede ser inventado por completo. Llevo meses mirando fijamente la orillita del trampolín, reuniendo valor antes del salto que me prometí hacia esa incertidumbre.

Si no he saltado no es porque me atormente alguna noción profunda sobre mi vida o el universo, sino porque me da miedo el desprendimiento. Porque la vida que quiero abandonar es suave y confortable y se parece a un refugio sabatino o dominical, nada es demasiado duro o demasiado difícil y el tiempo se desenvuelve de acuerdo a horarios y pequeñas certezas.

Además, eso ya se sabe, yo sueño demasiado. Paralela a la vida en mi edificio en la colonia Portales, la Fundación donde trabajo, las calles y los rincones favoritos de mi ciudad, hay una vida aérea y minuciosa y todo el tiempo hay historias habitadas por muchas promesas, y muchos fantasmas. Estoy acostumbrada a que esos mundos detallados me acompañen, por un tiempo, y que luego se desmoronen, pues están hechos de materia finísima, impalpable, y quienes me conocen están acostumbrados a la manera en que de pronto me brillan los ojos, y la manera en que de pronto se apagan. Soy una tejedora de proyectos y novelas, y al lado de la que soy, todos los días, flotan muchas de esas líneas inscritas en las palmas de mi mano por las que ya no voy a caminar, y yo no puedo ir por esos caminos, pero los imagino, siempre los estoy imaginando. Así que hablo de todas mis ideas sobre el futuro y a veces yo misma sonrío de lado, ligeramente escéptica, porque conozco mi capacidad para volar mentalmente sin cambiar mis trayectos cotidianos. A veces creo que nadie necesita realmente nada si sabe soñar a conciencia. La vida sólo nos permite una sola ruta, en el momento en el que elegimos la puerta de la izquierda ya no hay forma de averiguar lo que había en la puerta de la derecha. Pero los sueños se pueden reinventar cuantas veces queramos, a nuestro antojo. Así que uno podría vivir así, indefinidamente, corriendo los riesgos pequeños en la vida de todos los días, y los riesgos grandes no correrlos nunca más que en un mundo en el que somos dioses y controlamos la trama y la podemos adelantar o reiniciar o interrumpir sin ninguna consecuencia. Es una forma cobarde de vivir. De pronto, igual que ese personaje de “Noches Blancas”, se encuentra uno con que ya tiene 20 años más de los que tenía, y las telarañas en el techo son exactamente las mismas.

La salvación viene de los saltos valientes. He dado algunos. Estoy en el umbral del siguiente, estoy respirando profundo, echando aire a los pulmones. Reconociendo por fin que tengo las certezas necesarias, a pesar de toda la incertidumbre acumulada, para adelantarme hasta la orillita del precipicio y luego un cachito más allá...

2 comentarios:

Unknown dijo...

hola!

Me inauguro como tu amigo invisible, y aunque invisible no sea mi adjetivo favorito, creo que la amistad representa la union de dos almas a través de todas las distancias.

He recibido entre sueños luminosos, y algunas cofesiones de otros tiempos, la promesa de alguien que decidió transformarse y crecer; La promesa de cruzar los espejos y las barreras que el ser construye para si mismo; Ví de cerca (y luego a la distancia) destellos de luz que marcan pequeños pero solidos pasos en la definicion de una persona.

Hay valor en ellos y otro tanto de heroismo.

Soñe recientemente con algunos de mis miedos mas profundos y con fantasmas que ahora me atormentan, entre ellos la definicion de independencia, mi relacion con la humanidad, y el amor, sin adjetivos ni medidas... Esos miedos siguen ahí, marcando de algun modo mis relaciones con este mundo y con otros... pero vamos la final, por que todo sueño es un viaje lucido que se desvanece un poco al despertar...

Y desperté pensando en la belleza de alguien cuyo encuentro y vocación para la vida me ha marcado para siempre y no con una cicatriz sino con el adjetivo mas cercano a la caricia.

Hoy descubro que aquella promesa sobrevive a la noche serena y calida como la luz ambar de una vela que se funde con el amanecer asomada la ventana. Lo festejo y deseo que ese amanecer traiga consigo las aventuras soñadas y nuevos paisajes-corazones para correr disfrutando del vertigo de la vida.

Buena suerte!

Jimena dijo...

Gracias.
Los de aquí no son amigos invisibles, sino imaginarios. Nunca vas a ser invisible, tú. Me gusta eso de los sueños como viajes lúcidos, y eso de correr disfrutando el vértigo, de todas las cosas.
Supongo que todos tenemos abismos a los que nos asomamos desde la orillita, la impresión que guardo de ti en ese sentido es de mucha fuerza y seguridad, algo así como el significado de tu segundo nombre.
Mucha suerte y un abrazo enorme para ti.
¡Disfruta Japón!