domingo, 24 de agosto de 2008

crónica casi en tiempo real de algunos kilómetros de carretera

Las carreteras tienen una intensidad muy especial, sobre todo si se les acompaña con la música adecuada. Siempre me parece que la ventana abierta sobre las imágenes del camino es una manera privilegiada de asomarse al mundo. De hecho, creo que es una de mis maneras favoritas, de estar en el mundo. Mirando paisajes vertiginosos, mientras nos alejamos con velocidad de un lugar y nos acercamos con velocidad a otro. En carretera me pongo mucho más introspectiva, y siempre me ocurre que me acelero y pienso y percibo con más intensidad de la acostumbrada. Todo tiene un sabor permanentemente nuevo, lo que miras cambia de ángulo y de iluminación cada segundo y se queda atrás y se vuelve a quedar atrás.

El cielo y la luz me gustan más en carretera. Los discos también suenan distinto.

Escribo esto en una libreta profesional a raya, mientras viajo en carretera de México a Michoacán. Es viernes, son las 7:45 de la noche, ya dejamos atrás Toluca y yo escucho "lo mejor de The Beta Band", en el asiento número uno del autobús sentada por supuesto del lado de la ventana (adoro las enormes ventanas de los autobuses) mientras un hombre canoso duerme en silencio en el asiento de al lado. El cielo está nublado. Está cubierto de nubes como capas espesas en ciertas zonas y como cortinas casi transparentes en otras, y no tiene fin, y nos acercamos a la hora cero de la luz, las sombras empiezan a solidificarse y todo es sutilmente azul y anaranjado. Parpadea una antena, se desenvuelve una ráfaga constante de humo que sale de alguna fábrica, a lo lejos las montañas son masas de acero y en medio todo es plano y se extiende una fila de antenas, como telarañas que parecen de alambre y luego de hilo y luego parecen el fantasma de sí mismas. Ahora hay un campo de maíz y hay pueblos pequeños y casas blancas y focos encendidos.

Una hilera de árboles pasa al lado de la ventana, y son líneas de tinta, y los grupos de hojas parecen flotar en el aire, sin ramas, y todo es un juego de esqueletos delicados entretejidos contra el cielo azul y gris a punto de que sea noche del todo. Los árboles, estos árboles, nunca volverán a verse como en este segundo en que los estoy mirando. No han de tener mucho chiste a las tres de la tarde pero ahora son fantasmas poderosos.

Todo es el cielo otra vez y una nube blanca extendida contra una nube negra.

Ahora un charco y una casa amarilla, muy cerca, y casi es posible descifrar el color de las cortinas. Una casa que respiraba una vida doméstica con sus latidos pausados a la orilla de los coches, luego una línea de eucaliptos y luego una telesecundaria y ahora el cielo otra vez, en el fondo del espacio azul cargado de lluvia y electricidad y luego, más cerca de mí, bolas y bolas de algodones blancos.

Las carreteras me ponen bien. Las carreteras son curativas. Se me acaba la luz y voy a dejar de escribir. Son las ocho en punto y todavía no anochece por completo.

P.D. Transcribo esto el domingo siguiente, en Morelia, en la recámara de mi hermana. No sé mucho de fotografía, pero tuve la fortuna de ver una exposición de Joseph Koudelka (¿se escribe así?) hace algunos años en Bellas Artes. Es mi fotógrafo favorito. Tiene imágenes impresionantes de la invasión rusa a Checoslovaquia, pero mis favoritas, son líneas de polvo sobre una alcantarilla retratadas de tal forma que parecen cordilleras, o un pedazo de toldo lleno de hoyos, que parece un cachito de cielo estrellado junto a la banqueta. No son imágenes de una belleza evidente, la poesía en ellas fue descubierta según una inclinación de la cabeza y un ángulo de la cámara. Estoy segura de que lo que él vió en una alcantarilla está todo el tiempo en todos lados frente a nuestros ojos. Me gustaría ver como él, el mundo, permanentemente, pero sólo me ocurre de vez en cuando. Lo malo es que yo no sé hacer fotografías, y no puedo transmitir con todo el poder que quisiera la magia modesta y deslumbrante que hay, algunas veces, en una telesecundaria y un grupo de árboles a la hora en que parecen esqueletos de tinta negra.

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