sábado, 7 de agosto de 2010

Mi reino por una letrina

Casi se me había olvidado cómo se siente esta forma específica de agitación sanguínea. Los dedos se estiran como queriendo desprender sus falanges para alcanzar lo más pronto posible la otra orilla del umbral siguiente, dan ganas de hacer tantas cosas, y de empezar a hacerlas de inmediato. Sueño despierta sin querer y sin descanso, tejiendo proyectos unos sobre otros en torres inclinadas, que culminan en alguna lámpara suave, una vela arropada en un quinqué. Esto también es la felicidad. Ahora me acuerdo. La vez pasada que estuve en conafe, hace ya varios años, también fui feliz. Todavía no me asignan una comunidad, pero este lunes salgo tempranito para la sierra en viaje de prácticas. Somos cuatro, y sólo sabemos que a donde vamos no hay luz eléctrica, y que hay que subir y bajar un cerro a pie, para llegar a la escuelita donde daremos clases durante la semana. Conozco la brecha que se abre paso en la sierra, pero me cuesta trabajo recordarla. De ese camino sólo recuerdo una sensación general de deslumbre, y alegría. Recuerdo con más detalle momentos muy específicos, por ejemplo, ir a caballo por un sendero en lo alto de una montaña a la hora del atardecer en que todo es rojo, y encontrarme en medio de un bosque completamente rojo, y mis manos y las correas de la silla, y las orejas del caballo y las siluetas de mis compañeros y de los campesinos que nos acompañaban eran rojas, y el horizonte gigantesco, interminable, mostraba una tras otra hileras de montañas que también eran rojas.


Ayer, mientras hablaba por teléfono escuché maullidos roncos en la calle. Poco después vi con alivio a mi mamá entrar al cuarto con un gato arropado contra su pecho. Es la cosa más flaca, más triste, más dulce, que he visto en mi vida. Mi mamá lo rescató, literalmente, de las fauces de un perro. Se le sienten todos los huesos del cuerpo, tiene un ojo infectado y amarillento, y ronronea todo el tiempo.

Y además, si alguien estaba interesado en saber, a mi marido ya le llegó una carta oficial donde la burocracia migratoria lo acepta como mi sponsor, así que las cosas avanzan y la frustración retrocede un poquito y la esperanza respira con alivio y da tres pasos cautelosos hacia el frente.

Este es el post más optimista que me había dado el lujo de escribir, desde enero, y era ya una cuestión de supervivencia darle chance al corazón de que se agite, y esté vivo. Y aquí estoy, arropada en el mediodía nublado de este sábado a principios de agosto, nerviosa y feliz, agitada y feliz. Espero que todo salga bien, que no nos muerda una víbora, que no nos salgan los narcos, y que por favor por favor por favor haya una letrina allá a donde vamos. Nada me preocupa tanto como eso. La vez pasada que fui instructora, nada me preocupaba tanto como eso. Hay lugares donde el baño es todo el monte, y cualquiera puede interrumpir sin querer el momento en que andamos con el trasero al viento tratando de cumplir con funciones fisiológicas impostergables. Tenía pesadillas al respecto, seguí teniendo sueños angustiosos sobre la necesidad de ir al baño incluso cuando ya no era instructora comunitaria y había a mi alcance retretes y comodidades urbanas y modernas. Según lo que recuerda nuestro capacitador, Sinda (así se llama la comunidad a donde vamos) tiene por lo menos una letrina cerca de la escuela, pero la última vez que él estuvo ahí, había un panal de avispas abajo. Posición más vulnerable al piquete de las avispas no me puedo imaginar. No sé qué es peor, las avispas o la falta de privacidad. En fin en fin, si todo sale bien (y no es éste un eufemismo escatológico), aquí estaré de regreso en una semana.

4 comentarios:

todavia dijo...

Felicidades por el triunfo ante las autoridades migratorias. Sé lo que se siente que te aprueben el inicio del proceso. Y se también lo que sigue después y duele la cabeza de tantas bolas que se hacen los sesos tratando de entender las formas migratorias y su protocolo, porque da miedo que un error de al traste con todo. Pero ánimo, que todo va a salir bien! lo sé.


Por lo del CONAFE te admiro =)

D. dijo...

Hola Jimena:

Por lo visto hay obstáculos tan duros en burocracia como en mobiliario.

Hay una frase para tí, de Séneca (no escatológica, por cierto):
"Ningún viento sopla a favor
de quien no sabe dónde ir".

Se vé que sabes dónde quieres y dónde vas. Con letrina o sin ella.

Saludos y suerte.

Jimena dijo...

Todavía,
Gracias. Sí hombre, la burocracia nos hace sentir muy vulnerables. Mi nueva política es no esperar demasiado, no hacerme ilusiones, concentrarme en estar en México, por lo pronto. Pero así y todo a uno le brillan los ojitos con esperanza, qué le vamos a hacer, las buenas noticias siempre son buenas. :D

Jimena dijo...

Crónicas,

Hubo letrina al fin (se ilumina el rostro con sonrisa de alivio).

Me gusta esa frase de Séneca. También me acordé del poema "Ítaca", de Cavafis, donde dice que el sentido último de un destino no es llegar a él, sino emprender el viaje hasta él. Mi papá me lo envió en un correo poco después de que mi esposo regresara a Canadá. Supongo que si fuera una persona muy sabia, agradecería los obstáculos y lo largo del viaje. Lo malo es que no soy tan sabia, y a veces soy muy impaciente. Pero ahí la llevamos, los puertos más inmediatos al menos se miran con mayor claridad que antes.

Un abrazo.