sábado, 19 de junio de 2010

a mí sí me gusta el mundial

Una nota en las noticias del canal once subraya lo evidente: el futbol nos hace olvidar momentáneamente la inseguridad, la crisis, la injusticia, los zetas. La cámara pasea por los rostros de la multitud reunida en el zócalo de la ciudad de México para ver el partido contra Francia. Cae el gol y todas las caras se iluminan, y la gente grita y salta y agita los brazos. Hay quienes afirman, quizás con cierta justicia, que el futbol es puro escape gratuito, receta fácil para el adormecimiento de las multitudes. A mí, la verdad, me conmovió la explosión de alegría, y cada vez que la tele mostraba a la gente intoxicada por la euforia del gol, me sentía un poquito intoxicada también. Vi el partido, desde luego, caminando nerviosamente, y aplaudí y grité con las anotaciones, igual que medio mundo. Sí. Somos un pueblo madreado, un país madreado. Sí. El futbol no corrige en nada la realidad en la que resbalamos todos los días. Pero qué bonito es que se abran de pronto ventanas breves para la felicidad colectiva.

El futbol, hasta eso, además de universal, es democrático. Los equipos se enfrentan en igualdad de condiciones, y ocurre que México domina a Francia, que Ghana y Australia empatan. Nada que ver con la realidad. He ahí el encanto. Hay un millón de experiencias que sin ser la realidad, son bellas, como las dos horas de una buena película, o los quince minutos de un buen poema. La belleza del futbol no tiene que ver con las ideas; es físico, inmediato, en cierta medida accidental, y arbitrario. Hay quienes piensan que mientras sumergirse en una novela es una forma de escape inteligente, sumergirse en los partidos de una copa mundial es una forma estúpida de escape. Uf, demasiada seriedad, demasiada solemnidad. Uno de mis recuerdos favoritos es este: la primaria donde estudié organizó un paseo para alumnos y ex alumnos y sus familias a la orilla del lago de Chupícuaro. Empezó a llover, y no sé cómo, acabamos jugando todos un partido de futbol de lo más caótico con el agua hasta las rodillas. Euforia pura. El futbol no es un placer sofisticado, es un placer sencillo. Es, ante todo, un juego. He ahí su belleza.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabias que tu blog no se puede leer en China? bueno, se puede si uno le dedica un poco de tiempo en aprender la mania. Saludos!!!

Jimena dijo...

¡¡Y yo que me muero de curiosidad!!! No acerca de si mi blog se puede o no leer en China, sino sobre lo que haces tú en el otro lado del mundo!!
Muchos saludos, espero que los días y las noches por allá estén intensos, de la mejor manera posible.

mariana m* dijo...

Yo también de ese encanto soy presa, aunque en nada cambie ninguna realidad, ni la mía. Aunque, pensándolo bien, el futbol sí cambia realidades y concepciones de la vida, quizá no evita guerras, ni acaba con la inseguridad pública o elimina del mapa a los zetas. Por lo menos hoy, me gana un poquito y me rindo ante sus encantos.

Jimena dijo...

La realidad sería insoportable si hubiera que asumirla así, desnuda, todo el tiempo. Qué bonito es susumbir de vez en cuando a nuestras evasiones particulares, a nuestros placeres culpables. Y qué bonito tenerla a usted por aquí.
:D

todavia dijo...

Que lástima que ya no se pudo hoy repetir esa efímera magia de felicidad colectiva.

La fiesta se acabó allá, pero aquí sigue y estamos clasificados para la siguiente ronda. Y hay que jugar aunque parecza que vamos perdiendo.