viernes, 5 de marzo de 2010

Vivimos realidades paralelas. No puedo dejar de pensar en eso. Cuando tengo calor y salgo sin chamarra, a él se le moja el pie por un hoyito en su zapato mientras atraviesa una ciudad blanca, endurecida por el invierno. Cuando me siento sofocada y me muevo con lentitud a través de masas de gente, él camina con sus zancadas características a través de una calle desierta y bajo cero. Cuando me encojo entre las cobijas él fuma a la intemperie, bocanadas breves. Cuando me tiendo con languidez él se mueve nerviosamente haciendo recorridos circulares por su departamento. Mientras me recojo el cabello él se deja crecer la barba, y no podemos mirar nuestras metamorfosis en el espejo cotidiano del otro.

Cuando sueño despierta, cuando me gana la risa, cuando leo, cuando voy a bailar, cuando veo el bistec a la mexicana en el menú de cualquier restaurante, cuando miro juguetes pequeños, cuando me voy a la cama, cuando escucho a The Velvet Underground o The Clash o Burning Speer o una canción vieja de Bob Marley, cuando me arrullo con el resplandor azul de la tele, cuando hago buches con el enjuague bucal, cuando me tropiezo con las grietas en el suelo... siento un agudo dolor en un espacio vago del cuerpo, y me pregunto qué hace él, y me imagino sus gestos, y me pregunto si está bien, y cierro los ojos con ganas de un ángel, que se asegure, de que él esté bien, y siga estando bien, siempre. Y éste es un fervor distinto. No viene de una honda y humilde expansión en el pecho, sino de ese dolor agudo, que se clava brevemente quién sabe dónde, que me recuerda al miedo. A todos nos educan para saber de antemano que el amor no es miedo, sino entrega confiada, y fe resplandeciente en la persona que amamos. Pero el amor también está hecho de miedo. A todos los azares, al sufrimiento del otro. El amor también es cerrar los ojos con fuerza, y desear un ángel, pedirle a un ángel que lo cuide, Dios mío, si existe Dios, por favor por favor por favor que lo cuide, que le acaricie la cabeza, que le sople dulzura en el pecho, todas las mañanas, todas las noches, que lo proteja, que lo consuele, siempre, invisible, tierno, a su lado, fiel, inseparable, así como debería estar yo a su lado, ahora mismo por ejemplo, mientras escribo esto porque necesitaba escribirlo y sé de antemano que voy a tener insomnio también esta noche, y él duerme quizás oyendo de lejos a Los Simpsons, en su colchón de siempre, sobre el suelo.

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