martes, 29 de noviembre de 2011

Nostalgia

Desde acá, el trabajo se come inexorablemente espacios que deberían estar reservados sólo para la vida (aunque empujemos con los codos para llenar de vida nuestras horas asalariadas), y se nos tienta con la promesa de la estabilidad: una casa o un departamento propios, viajar con frecuencia (viajecitos cortos los fines de semana, viajes a otros países en las vacaciones), a lo mejor un coche, definitivamente dos habitaciones, y ventanas, y un balcón para fumar y mirar a la ciudad desplegándose abajo, comprar holgadamente libros o ropa o música o lujitos gourmet de supermercado, vino tinto o blanco, hijos (dos), un gato, conciertos y festivales, cenas en restaurantes una o dos veces por semana. La estabilidad aparece claramente asequible (o quizás es un espejismo, como casi todo), y el camino está, ahí, si uno se esfuerza en conseguir los diplomas y la experiencia necesarios, puede uno acceder a calidad de propietario, clase media, y haciendo algo disfrutable además, algo con un sentido profundo, una ocupación que llene cotidianamente los viejos anhelos del alma, esos quejidos suaves, esos reclamos que son invariablemente lo mejor de uno mismo. Todavía pienso en África (siempre), los mejores días, los días que estaban más cerca del mundo y de la vida, en mi historia, han sido los días que se parecían a África, a lo que sea que África evoca en mi cabeza. Son días cubiertos de polvo, días incómodos, días que exprimieron todo su jugo y en los que hubo que usar la fuerza entera de los brazos, la columna, la frente, el sudor de la frente y la cabeza y el corazón. Días impredecibles en los que lo más difícil era predecir el minuto en el que vendría la iluminación siguiente, un momento de belleza absoluta y absolutamente simple, un árbol y el sol entre las ramas, o seguir la figura de alguien más a través del bosque, o asistir a la generosidad, a los actos de generosidad de las personas. Días sin prestigio, sin dinero, días tejidos humildemente, con toda la luz del mundo.

¿Tiene razón Mafalda y si uno no se apura a cambiar al mundo entonces es el mundo el que lo cambia a uno? No se trata ni siquiera de renunciar a África, porque el sentido de esa imagen está en todas partes incluidos los países ricos y aquí también hay barrios donde viven los migrantes o los desempleados o los adictos. Tampoco se trata de renunciar al sentido de la felicidad (estar en el mundo, estar despierta en el mundo). Se trata de renunciar a una felicidad que llega en arranques violentos, a una felicidad que ocurre en los filos agudos, cortantes, de la vida. Una felicidad junto a un precipicio. Tengo ganas de México, tengo ganas de África, me retuerzo de impaciencia en esta geografía que se enfría con el invierno y en la que no hay de otra más que ser pacientes, sobrevivir mientras tanto aplicadamente, hacer lo que hay que hacer para pagar la renta (como todos), mientras trazamos las rutas que nos saquen del principio del laberinto. El espíritu se las arregla por lo pronto con dosis casi obsesivas de Radiohead, y Roberto Bolaño (Nocturno de Chile), y Julio Cortázar (Modelo para armar), y se siente bien leer en español, escribir en español en el día libre escuchando una y otra vez las últimas 4 canciones en “The King of limbs” mientras afuera llueve y las calles se enfrían cada vez más y aquí hay aire acondicionado y café con mucho azúcar. Lo único que se parece al precipicio, ahora, es que nadie ha dicho todavía la última palabra, el futuro espera a que lo adivinemos, secreto, paciente, el futuro no está dicho aún pero ha existido desde siempre, un camino mío que quiere ser revelado, como un mensaje con jugo de limón que espera a que le acerquen una flama.



5 comentarios:

El Sek dijo...

Diría la canción dw los Chamaleons : "Tomorrow remember yesterday"

Unknown dijo...

En dias de precipicios y sorpresas leerte me recuerda que el mundo es un sitio donde vale la pena caminar.

Te mando un grán abrazo!

Jimena dijo...

Sek, me gusta esa frase :)

Jimena dijo...

Atl, un abrazo muy largo, de regreso, hasta alla. Cuidese usted mucho, joven artista de chocolatl, de vida precipitada, y luminosa.

Unknown dijo...

Abrazo igualmente cuidese mucho usted tambien. Muchacha bonita!