sábado, 19 de marzo de 2011

a punto del desmayo

Estaba en la casa de Doña Josefina, sacando junto con ella una mesita de plástico para preparar mis clases en el corredor de la cocina, cuando llegó Lupe. Él caminó cuarenta minutos desde su casa para avisarme que mi hermana había hablado acerca de una llamada urgente del gobierno canadiense. Luego de malabar y medio para conseguir un teléfono que funcionara, y alguien dispuesto a llevarme en camioneta hasta Morelia, llegué a Pátzcuaro en la noche, para estar ahí y esperar, según instrucciones de la oficina de migración, junto al teléfono. Esperé el jueves todo el día y el teléfono nunca sonó. Luego de malabar y medio para avisarle a mis alumnos que tampoco habría clases al día siguiente (pero sin poder contactar a todos, así que hubo quienes caminaron cuarenta minutos hasta la escuela para encontrarla vacía), me dispuse a esperar de nuevo junto al teléfono. Esta vez sí sonó, en la mañana. Me dijeron que había sido aceptada (eeeeeh!!!!) pero que tenía las siguientes dos opciones: irme a Canadá de inmediato, porque mi visa de residente expira al año de comenzados mis exámenes médicos, o sea, el 7 de Abril… o tomar mis exámenes médicos de nuevo, e irme sin tanta prisa, pero sujeta de nuevo a la arbitrariedad de los tiempos burocráticos de la embajada. Cuando pienso retrospectivamente en esa conversación telefónica (y es todo lo que he hecho este día), me doy cuenta de que debí haber dicho, me voy, de inmediato, sin lugar a ninguna duda. Pero en el momento de la llamada no supe qué contestar, sobre todo porque me duele dejar sin maestro y tan intempestivamente a 17 alumnos que son 17 personas a las que quiero, mucho. La señorita que habló conmigo esperaba una respuesta en el instante mismo de la llamada, y yo no sabía cómo responder, así que ella me dijo: hablo hoy por la tarde. En cuanto tuve un par de minutos para pensarlo me di cuenta de que lo que quiero hacer es irme, aunque sea así, de pronto, abandonándolo todo sin preparativos, y abrazar a mi esposo, empezar la vida que nos corresponde y que todavía no empieza. Es egoísta pero es así, es lo que quiero, quiero escapar de la presión asfixiante del sistema burocrático, quiero dejar de esperar. Quiero a mi esposo a mi lado en las noches, en las mañanas, sin la presión en el pecho (una presión que no se disuelve) de la despedida en el aeropuerto luego de un mes, o  una semana. Pero el teléfono no volvió a sonar, ayer.
Mi estómago es un caldo en el que se cultivan todas las emociones, me da miedo que por no responder de manera certera a la pregunta que me hicieron el viernes por la mañana todo se derrumbe de algún modo, que el umbral se cierre, que deba volver a la asfixia de la mano presionando el cuello esperando esperando esperando sin derecho a demandar una respuesta, me hace feliz la idea de que todo puede resolverse pronto, a lo mejor muy pronto, pienso en J., pienso en su espalda y en sus omóplatos y en sus manos grandes y en su piel (suaaave), pienso en José Guadalupe caminando cuarenta minutos hasta casa de Doña Josefina, pienso en él, y en Jessica, Andrés, Marco, Brisa, Nancy, Jazmín, Fernando, Jorge, José Armando, Gerardo, Vladimir, Pablo, Yalit, José Luis, Dulce y Selene. Doña Juventina aprendiendo a leer, la voz de Doña Juventina leyendo párrafos de un libro de primaria, siguiendo las letras con el dedo, despacio. Espero que otro maestro, mucho mejor que yo, llegue pronto a terminar lo que estoy dejando tan incompleto. A mi mamá se le humedecieron los ojos con la noticia. Mi hermana y yo ya no tendremos tiempo de hacer el viaje juntas que nos hemos prometido, faltó subir al San Miguel de nuevo, con mi papá, me han hecho falta muchas conversaciones, todavía, con amigas a las que quiero y a las que casi no he visto. Faltó llevar a mis alumnos al planetario, terminar de montar nuestras obras de teatro, construir un barco de vapor. Despedirse. Empezar de nuevo. Toronto una masa de luces que se mueven velozmente, una masa de promesas. Nostalgia sin fin. La nostalgia por adelantado que llega cuando sobreviene una despedida es una luz muy clara, que ofrece cuadros invaluables, todo es valioso, todo, dan ganas de abrazar largamente a una multitud de personas. Pero nada es real todavía. Falta la llamada telefónica y mientras, ando por ahí a través de los minutos, a punto del desmayo.

5 comentarios:

trying not to sell dreams for small desires dijo...

go...

your students will be fine....

Jimena dijo...

I`ll go, I believe I'll be taking my plane April 4th.
Thank you, sweet Trying, the warmth of your comments brings comfort, always.

Isa Gómez dijo...

que miedo que miedo, intente pensar en lo que haría yo pero no supe contestar, te deseo lo mejor.

buena vibra.

todavia dijo...

Vas a extrañarlo todo, asi que prepara tu alma para guardarte todo lo que le quepa. Vas a estar feliz, muy feliz pero también va a dolerte. Mucho, créeme.

Vas a descubrir lo fuerte que eres y vas a decubrir también el verdadero valor que en tu alma tienen cosas y personas. Tienes que prepararte para eso también, porque es quizá lo mas duro: Descubrir cuanto necesitabas y cuanto no necesitabas cosas y gente. Y de paso descubrir cuanto te necesitaban a tí. Todo eso duele.

Jimena dijo...

Queridos amigos imaginarios, agradezco enormemente sus comentarios. Ando con muy poco tiempo, muy cronometrado, en el internet, asi que me disculpo por no poder responder con calma tal como ustedes lo merecen. Abrazos.