sábado, 9 de octubre de 2010

La sensación de un gato que ronronea entre mis brazos.


Café con mucho azúcar el sábado por la mañana, bajo las cobijas.

Dormir con cansancio, dormir voluptuosamente, despertar, ver el reloj, saber que hay un poco más de tiempo para dormir, y en dos minutos soñar largas y complicadas historias.

Oír diez veces seguidas una canción que me gusta, y luego, con un ligero agujerito en la panza, apretar el botón de play, otra vez.

Caminar rumbo a la escuela a las ocho de la mañana, y detrás de la curva del camino, encontrar la visión deslumbrante de un árbol tejido con una luz que no será igual al minuto siguiente, ni al día siguiente.

Tener frío en la noche, sentarme junto al fogón de una cocina de madera, y beber té de guayaba. Tener frío en la mañana y repetir la operación con una taza de café y una gordita de harina.

Instantes de comunicación que parecen especiales, si Andrés sonríe de una manera cuando le digo que es inteligente, o Yalit descubre que le gusta un poema de Neruda, o Brisa aprieta entre sus brazos “La historia Interminable”, o Marco sale a mirar conmigo la Vía Láctea desde el patio de su casa.

Son momentos. No hay idilio. Se encienden, en medio de sensaciones incómodas y pequeños fracasos, clases que no funcionan, frío en la madrugada, la añoranza de espacios que sean sólo míos, intimidad para leer un libro o escuchar la música que me gusta por las tardes. Muchas cosas faltan. Falta desde hace 9 meses mi corazón favorito en el mundo. Falta energía, a veces llego desmadejada a mi casa los fines de semana, y no quiero nada más que la voluptuosidad dulce de caminar en calcetines, y una película, y la libertad para no tener que hacer nada. Todo está irremediablemente incompleto. Mi tesis sigue incompleta. Espero el momento en que me den permiso para vivir en Canadá pero no sé cómo será ahí mi vida, empezando en blanco, una vez más. Sé que hará falta entonces vencer una larga fila de batallas. No hay cima, no hay victoria definitiva. Tampoco es eso lo que quiero. Cambiar, a veces violentamente, de rutinas y escenarios, atravesar épocas con perfumes distintivos, con alguna magia, sencilla, en el fondo: eso es todo. Y es suficiente.

Todavía todavía todavía sueño... con África.

7 comentarios:

Jimena dijo...

:)

Unknown dijo...

Eres un alma sonora; eco infinito, resuenas lúcidamente en cada esquina que me compone. Esa intimidad entre tus letras y mis nostalgias son suficientes y son una cima que has conquistado, hermana mía.

trying not to sell dreams for small desires dijo...

beautiful....

(i know someone who dreams of Africa too)

Isa Gómez dijo...

Instantes de comunicación que parecen especiales, si Andrés sonríe de una manera cuando le digo que es inteligente, o Yalit descubre que le gusta un poema de Neruda, o Brisa aprieta entre sus brazos “La historia Interminable”, o Marco sale a mirar conmigo la Vía Láctea desde el patio de su casa.

Muy emotivo muy encantador... wow buena vibra

Jimena dijo...

Haydeéakin, alma gemela, hermana, ciertamente.
Te quiero mucho y me haces falta!

Jimena dijo...

Trying, thank you so much for comming by still and pick through this window. :D

Jimena dijo...

Oz, gracias. Tus buenas energías encienden calorcito en el blog y me hacen sonreir, siempre.