Esta es una de mis oraciones autoflagelatorias: Infinidad de películas que no he visto, infinidad que sólo he visto a la mitad. “Buenos Muchachos”, de Scorsese: sólo vi el principio (mea culpa, otra vez), y lo que más recuerdo es un discurso inaugural de Henry (Ray Liotta) hablando condescendientemente acerca de todos los hombres comunes y corrientes que van a trabajos de 9 a 5 para ser pobres de todos modos. Mejor ser gángster, por supuesto. Por supuesto. Y yo pienso, también, en las vidas de todos los que no eligen tan libremente su destino. La existencia en este mundo jodido está compuesta por tareas más, o menos, jodidas, y es un cliché pero es cierto que para que el poeta asuma su pose reflexiva alguien le sirve el café y le lleva la cuenta hasta su mesa en la terraza y para que el aventurero tome la carretera hace falta el cobrador en la caseta de la autopista, despierto y de pie a las tres de la mañana, dando el cambio correcto con eficiencia. Así que esta ya no es la Grecia clásica pero de todos modos, para que haya filósofos, hay esclavos. Y qué bueno que haya filósofos, y poetas, y aventureros, y cineastas, y científicos, sin ellos esta sociedad acabaría por perder de algún modo su carácter humano. Pero también es cierto que estamos en contra del sistema desde la ventaja que el sistema hizo posible para nosotros. Los esclavos reciben nuestros depósitos bancarios en la ventanilla y recogen nuestra basura y reparan nuestras tuberías congestionadas y ponen productos nuevos en los estantes de las tiendas. Debe ser que he pasado muchos de los últimos meses envuelta en la sinfonía repetida de esos horarios y esas rutinas, iguales siempre, inamovibles. Y con todo mi corazón romántico les digo que la vida está en todos lados y también ahí en las existencias sin romanticismo. La felicidad y la ternura florecen igual en las universidades y en las tienditas de supermercado. La humanidad anda por ahí en todas partes, sufriendo y gozando, con los ojos a veces luminosos y con voces que se dulcifican o se quiebran, debajo de los grandes telescopios y detrás de los mostradores de las papelerías, encima del camión del gas o con el arco del violín entre los dedos. Unos eligen y otros no pueden. A unos se les reconoce y aplaude y los otros son para siempre invisibles, como si para ellos (o para mí, para nosotros) no hubiera trascendencia posible. Yo he resultado bastante apolítica en mi vida y también en mi blog (por falta de generosidad y agallas o por desamparo temprano y generacional), pero con algunas cosas siempre he estado de acuerdo, dan ganas de repetir como un eco algunas de las palabras que se dicen en el sur (...para todos, todo). Pero lo que quiero decir ahora es que nos atraviesan muchos denominadores universales, y que las existencias grises también son luminosas (muchas existencias en muchos lados son, de hecho, majestuosamente claroscuras). Y que hay una dignidad heroica en todos los que mantienen a las ciudades y los campos latiendo desde las orillas más incómodas de todas nuestras injusticias. Yo no peleo por nadie y lo único que aprendo poco a poco y con torpeza es a mirar cada vez más. A todos, en todas partes, y en todas las orillas.
La subsistencia requiere de más fuerza que las vidas desahogadas. Más espina dorsal, más pecho para jalar aire. Y esto debe ser mi romanticismo pero a veces creo que la subsistencia se las arregla para vibrar más libremente y a su manera, y a veces me gustan más las canciones de los esclavos que los conciertos de cámara. Y me gusta más mi mercadito de la Portales que las tiendas desinfectadas y muertas y producidas en serie de lugares como Perisur. Y me gustaron más los bares tristes a donde fui con J. que los cafecitos universitarios del centro de Toronto. Y no es una cuestión de principios sino de inclinaciones particulares: quién sabe por qué, me gusta votar a favor de las periferias.
México. Ruido, tendederos, congestionamiento, música a todo volumen y colonias achaparradas y grises y sin árboles, perros de la calle y puestos de fayuca. Gente que se comunica a chiflidos, gente desmadrosa. La vida en Canadá es más bonita y más limpia pero en México es más heroica. Es así, y es triste (y no), y es así.
2 comentarios:
retratación de una mounstronon de ciudad. nunca he estado ahi. eeee que onda con lo de nuestro proyeto
Esto es para reflexionar porque hay mucho cierto en lo dicho.
Me declaro fan de tus textos.
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