miércoles, 28 de octubre de 2020

Un árbol nunca es sólo un árbol sino una multitud de árboles. Sobre todo en el norte, donde las estaciones traen consigo múltiples cambios violentos. En el otoño, un solo árbol es otro árbol de una semana a la que sigue, de un día al otro dependiendo de la luz y los colores del cielo, de un minuto al siguiente dependiendo del viento. Vengo cada vez que puedo a este parque y veo a los árboles cambiar constantemente. Hace una semana un grupo de árboles muy altos y casi desnudos, pero con hojas amarillas y delicadas en la copa, empezaron a moverse de un lado a otro empujados por una sola ola de viento. Había el silencio suficiente para escuchar al aire pasar por las hojas, mirando a las hojas moverse con suavidad contra el cielo. Quise tomar un video, pero pasó un grupo de jóvenes hablando ruidosamente y luego el viento se detuvo. Las hojas estaban inmóviles, y esos eran ya otros árboles. Los árboles son una multitud de momentos que desaparecen, y nacen, y desaparecen de nuevo. Mi papá sale a caminar todos los días al mismo cerro por las mañanas. Él sabe también que el cerro es una multitud de cerros, en las aguas y en las secas, con los cielos de enero, con las flores de octubre, en la madrugada bajo la luz de la luna, o bajo las estrellas. Si puede uno volver con frecuencia al mismo pedacito del mundo aprendemos que se puede viajar en el mismo lugar, a través del tiempo, y que todos los bosques son una multitud de bosques, así como el cielo es una multitud de cielos.

Escribo en una banca en una tarde gris. Es el final del otoño (el otoño es también una multitud de otoños). El de ahora, a finales de octubre, es mucho más monocromático y los árboles muestran sus huesos y las hojas que quedan son casi todas variaciones del cobre. Hace frío y escribo con prisa porque luego de un rato duelen los dedos fuera de los bolsillos de la chamarra. Son las 5:30 y el sol se ocultará en 40 minutos, pero el cielo está tan cubierto de nubes que todo parece desde ahora mismo sumirse en una especie de penumbra. Y contra esa penumbra brillan encendidos, casi fosforescentes, los parches amarillos de árboles que tiemblan irrepetibles, sólo por hoy, y sólo para mí en este momento.

1 comentario:

Mayte dijo...

! Que vital saberse vivo.! Despiertas "la persona secreta del corazón" capaz de distinguir los matices entre matices..