Desde este lunes, me preparo para convertirme en Instructora Comunitaria en el Programa de Secundaria, del conafe. Soy, sin duda, la veterana del grupo, casi todos mis compañeros tienen menos de 25 años (el más joven todavía no cumple 18). El programa recluta a chavos que terminaron al menos la preparatoria y los manda a dar clases de secundaria a micro-comunidades rurales en zonas aisladas del estado. Quienes completan este servicio social a lo largo de todo un año, ganan una beca para seguir estudiando, por tres años más. La mayoría llega aquí porque es el único vehículo que conocen para continuar con su educación. Muchos de mis compañeros vienen de ciudades pequeñitas o comunidades rurales. Aún así, se van a dar clases a lugares mucho más pobres, completamente incomunicados. A veces, lleva todo un día llegar a estas micro-localidades; hay que tomar una camioneta (la “pasajera”) y viajar por 7 u 8 horas a través de la sierra, siguiendo brechas que se inundan en época de lluvias, y luego, avanzar a pie por pequeños senderos por tres o cuatro horas más. En estos lugares no hay luz (no hay tele, no hay, desde luego, internet), no hay clínica, no hay doctores. No hay escuelas federales, no hay maestros de la SEP, hay chavitos del conafe. Si alguien quiere, alguna vez, asomarse a la humanidad más resistente y luminosa, podría acercarse a algunos de estos chavos. Me gusta el grupo en el que estoy. Miguel es originario “de un pueblo”, y para estudiar la prepa, se metió al seminario. No es que quiera hacerse sacerdote, es que esa era la puerta que se le abría para estudiar. Después quiso entrar al ejército (la otra puerta de salida), pero no lo aceptaron porque todavía no cumple los 18, y usa lentes. Así que entró al conafe. Despide una energía cálida y serena. En las capacitaciones, desde las 9 hasta las seis de la tarde, sobrevive con una bolsita de cacahuates japoneses. Juan estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Michoacana, pero todavía no se titula, viene de una zona rural, y su escritor favorito es Juan Rulfo. Tiene una mujer que también está en conafe, y una hija de dos años. Ya fue Instructor del Programa de Primaria, y luego Capacitador (o sea que fue elegido como uno de los mejores instructores de su generación, para encargarse de la capacitación de otros instructores al año siguiente). Es tímido, su timbre de voz es tembloroso, pero dice cosas inteligentes. Sonríe con dulzura. Sabe escuchar a los demás. Nunca va a la tienda en los descansos, a veces no sé si come, hoy me confesó que no le alcanzaba para el transporte de regreso a su casa. No he platicado todavía con Reyes (ése es su nombre, no su apellido), pero me impresiona la responsabilidad con la que asume todas las tareas, este es su segundo año como instructor de secundaria, se nota que le gusta, se nota que le gusta hacer bien las cosas. Sus comentarios son inteligentes, a veces tartamudea un poco (también es tímido), pero es muy simpático y cuando participa en la clase nos hace reír. Cuando le tocó escoger una lectura para compartirla en voz alta con el resto del grupo, nos leyó un fragmento del “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman.
Este es el inicio de mi tercer año como instructora del conafe. Cuando terminé la prepa, di clases de primaria por un año, y luego entré a un programa de cultura itinerante al año siguiente. Fueron épocas luminosas. Vengo de la ciudad, mis padres tienen formación universitaria, crecí rodeada de libros, y mi educación siempre fue algo que podía dar por sentado. Entré al conafe desde una posición privilegiada, aunque la beca que gané me fue muy útil cuando estuve viviendo sola en la ciudad de México, estudiando Antropología Social.
Mi papá también tiene una relación larga con el conafe. Cuando él tenía 25 o 26 años, y yo estaba recién nacida o a punto de nacer, dejó la ciudad de México para irse a la sierra tarahumara, en Chihuahua, a un programa diseñado para llevar educación a niños y jóvenes indígenas, que se llamaba “la casa-escuela”. Mi papá era feliz recorriendo la sierra a veces en un vocho verde escarabajo, a veces a caballo, y mi mamá aprendió a sacar agua congelada de la noria partiéndola con un hacha, en el invierno. Ahí, en Creel, nació mi hermana. Unos 15 años después mi papá regresó al conafe, esta vez para trabajar en las oficinas centrales de Michoacán, como encargado del área educativa (gracias a él supe que el programa existía). Hace más o menos un año renunció, después de lidiar con una administración central estúpida y demagógica que se llevó al conafe en picada más o menos desde el sexenio de Fox. No sólo era que las becas no les llegaban a los instructores (instructores que no tenían como pagar su hospedaje o su comida o su transporte durante las capacitaciones mensuales), o que el material nunca llegaba a tiempo a las escuelas, y los niños no tenían lápices o libros para estudiar. Era también que los de hasta arriba se negaban al uso del sentido común. No es dinero lo que le hace falta a mi país, sólo tantito sentido común. Hace falta que el poder para tomar decisiones esté en manos de gentes que quieran usar un poquito de sensatez para mejorar las cosas, en manos de personas que no sean políticos, que no tengan un gramo de políticos. Creo que las cosas tampoco van muy bien en la delegación de Michoacán, y gente muy chingona, muy valiosa, gente con la que compartí aventuras como instructora comunitaria, también está dejando las oficinas del conafe. Ellos van de salida, y yo de regreso.
A veces siento otra vez un poquito de miedo. Pero el miedo parece ser, en mi vida, el anuncio de épocas intensas, deslumbrantes a su manera. Llevo 4 días en esto y ya se me cae la baba, por gente como Reyes, y Juan, y Miguel. Los miro. Me pongo a pensar en las comunidades donde los niños muy probablemente jamás verán las estrellas a través de un telescopio, niños brillantes que reciben menos educación, y menos todo. Acabo pensando en la injusticia, y me pregunto cómo le vamos a hacer, si es posible, algún día, para que nos gobierne el sentido común y no los políticos, o el dinero. En fin. Escribo otra vez con la promesa de trepidación creciente, sangre acelerada, todo eso. Escribo con esperanza.
9 comentarios:
Mira, voy a intentar mi comentario en español.
Me ha gustado el post. A veces sueño despierta con lugares rurales, especialmente en Michoacán porque de ahí es mi familia. Aquí en California soy maestra de segundo grado en una escuela pública. Me encantaria ser instructura del conafe.
Te leo y no me canso de decirle a mi esposo, Mactans (esta a mi lado) que me gusta tu manera de escribir...
Great Job!
Hola Jimena:
Que buen post.
Tu relato sobre esa experiencia que estás teniendo; los detalles y las personas, sus sentidos y sentimientos. Educar a jóvenes en esas sierras es una muy noble tarea.
Y la describes muy bien.
En esas ocasiones somos tan pobres como ricos, depende de la forma que mires el mundo.
En otros sitios hay lugares similares o parecidos donde trabajas.
El miedo es inevitable; lo produce lo nuevo o lo rutinario.
Pero si lo sabes manejar, ya verás que se transforma en una herramienta fabulosa, deja de ser miedo para ser intuición y valentía.
Perdona la extensión del comentario.
Saludos y sigue tu camino.
Trying, qué bonito se siente que una presencia como la tuya pase de visita por este espacio.
Con mi esposo del otro lado de un par de fronteras, y con el futuro más o menos inmediato puesto de aquel lado, yo sueño despierta con la cotidianidad a su lado, y con un trabajo como el tuyo, rodeada de niños pequeños...
Crónicas, me gusta mucho eso de "somos tan pobres como ricos, depende la forma en la que mires el mundo". Estoy completamente de acuerdo contigo. En la sierra no hay internet pero las casitas se levantan en sitios que a veces son muy hermosos, y esa belleza es el parámetro con el que se dan el lujo de observar el mundo, por ejemplo.
Usted, cronista de lo urbano, se puede dar el lujo de dejar comentarios del tamaño que quiera, desde acá siempre se sentirá una muy suertuda de que la vengan a visitar. :)
Muy inspirador el relato, tengo una familia amiga de Hidalgo y comprendo lo que dices cuando hablas de tus compañeros, pequeños y grandes me sorprende su entusiasmo y sus ganas tan fuertes y tan humildes de buscar ser mejores, estudiando y trabajado… buena vibra :)
Un día de estos, platicaba con Trying, nos tomamos unas largas vacaiones y nos vamos México a ver si podemos inscribirnos como instructores de Conafe.
Tu post es hermoso y mucho más hermosa tu labor como instructora. Te deseo mucha suerte y espero que regreses cargada de magia para compartirnos aquí.
Que curiosa es la vida, Precisamente leia yo esta mañana sobre un documental de una pareja de maestros titulados que se compran un autobús viejo, lo hacen casa rodante y se van a lugares aislados en toda la República mostrándole a la gente el cielo para acercarlos a la astronomía.
http://www.eluniversal.com.mx/articulos/59661.html
Hay una posibilidad e que estos niños si lleguen un dia a ver el cielo a traves de un telescopio. =)
Hay que conseguirla y verla!
OZ, toda la semana me he alimentado de buenas vibras, entre más conozco a mis compañeros, más me deslumbran. Y luego se siente bonito entrar a este espacio y que personas como tú dejen también sus buenas energías.
Un abrazo!
Todavía, ¡muchas gracias por el link! Estaría increíble, de hecho, ver si podemos ver la película todos mis compañeros y yo, juntos. La función fue el Jueves :( pero a lo mejor aún podemos organizar algo, ¡tengo muchas ganas de verla!
ME ENCANTA ESTE CONCEPTO CREATIVO QUE DEJAS EN TU BLOG, DE VERDAD ES MUY COOL, SO COOL, TE SEGUIRÉ A PARTIR DE ESTE MOMENTO!!! ESPERO QUE TE PASES POR MI BLOG UN RATO Y ME DES TUS MAS SINCERAS IMPRESIONES DE VERDAD, ES BIEN ENTRETENIDO, DEPRESIVO, OSCURO Y NOSTALGICO!!!! AH "FELIZ DÍA DEL AMIBLOG", ES BUENO ACORDARSE DE QUE SOMOS BLOGEROS!!!! GENIAL!!!!
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